
que sólo hayan visto a Mercedes Milá por la tele pensarán que es una mujer que se come la pantalla. Se cree lo que hace, lo que dice, se cree cómo lo dice. Conoce igual de bien los tacones desde los que habla o el suelo que pisa que las arrugas que se le ponen cuando se ríe. O cuando está demasiado enfadada. Seduce igual con un escote que con un chaleco. Sabe llevar los pantalones, pero también cómo cruzar las piernas con una falda ceñida a los muslos. A lo mejor es por eso que los esmoking (el carácter patronado con la sensualidad de Yves Saint Laurent) le sientan tan bien.
Pero quienes hayan tenido la oportunidad de encontrarla fuera de la tele, sabrán que además de una bestia televisiva es una fuerza de la naturaleza. Ella es así, exactamente como la imaginas. Da igual que hable con el camarero, con el consejero delegado, con el becario o con el director del programa. Milá en estado puro las veinticuatro horas del día. Un torbellino de energía que cambia el paisaje a su paso.
¿Su mejor cualidad? Hacer siempre lo que le da la gana. Una virtud difícil de mantener en el tiempo, pues requiere valentía y firmeza, tanto para acertar como para equivocarse. En una palabra: arriesgar. Como cuando dejó a medias la carrera de Filosofía y Letras porque le salió 'del bolo', que diría ella en su blog para licenciarse en Periodismo especializándose en televisión. Podía haberse estrellado, pero en lugar de eso jugó a todo, primero en prensa ('El Correo de Andalucía'), radio ('A toda radio') y después ya en televisión ('Dos por dos'). La fama llegó en cuanto le pidieron que fuera ella misma, con los programas de entrevistas 'Buenas noches' (1982-1984) y 'De jueves a jueves' (1986).
Estuvo con su productor José Sámano (una relación de 12 años) y durante mucho tiempo trabajó, trabajó y trabajó. Y muchas cosas más que no caben aquí. Se curtió como reportera y entrevistadora y aprendió a corregir hasta el menor detalle: postura, puesta en escena, iluminación, muletillas... Años de experiencia que le conceden ahora la bendición de ser naturalmente perfecta frente a la cámara.
Después de la televisión pública, Milá ficha en los 90 por Antena 3 para 'Queremos saber' donde grabaría algunos momentos históricos de la televisión como aquel ya inolvidable Francisco Umbral empeñado en hablar de su libro.
Era ya una estrella cuando llegó el 'mayor reto profesional de su vida', según ella misma ha explicado, 'Gran Hermano'. Reconoce que se asombra cuando mira atrás y ve que ya lleva nueve ediciones al frente de este barco. Criticada y loada con el mismo entusiasmo por unos y por otros, ella siempre ha defendido que 'Gran Hermano' tiene mayor valor que cualquier otro formato televisivo porque 'es un experimento sociológico en sí mismo'. Y aunque muchos opinaran que con el 'reality' bajaría su listón profesional, ella defendió el proyecto y multiplicó una y otra vez su caché. Siempre sin renunciar al compromiso y al pulso social, como cuando se convirtió en mujer anuncio del programa con sus famosos chalecos. Se arrancó las mangas para aparecer en el plató de las vías verdes, en contra del tabaco, de los guardarraíles asesinos (como buena motera que es), del maltrato a la mujer, a los animales...
Es por todo esto que no se arruga cuando algún tertuliano muy correcto le tilda de amarillista o sensacionalista. Tiene bastante claro que le preocupan otras cosas: la violencia, el maltrato a los niños, a las mujeres... Retos por los que desde hace cuatro años viene luchando en 'Diario de', su particular programa de denuncia, que junto con la campaña 'Apaga y bésame' conforman sus dos proyectos más comprometidos.
Con esta personalidad arrolladora, que traspasa la pantalla, Mercedes Milá posee un estilo propio que no sigue ninguna moda. Poco amante del maquillaje, es una de las famosas que comprometen su comodidad en nombre de su aspecto. Y esto casa, precisamente con esa imagen que ofrece de persona eternamente independiente y muy celosa de su intimidad. Rara vez vemos a Mercedes Milá de la mano de un hombre o la escuchamos hablar de su vida amorosa (a excepción en la breve mención de aquel amante y compañero durante años, más joven que ella). De momento, no es público que el corazón de Milá pertenezca a nadie más que a ella misma. Si esa persona apareciera, quizás la tele perdería parte del tiempo que la presentadora le dedica. Por ello, como ella misma confiesa: "No se me debe tener miedo. En las relaciones yo me entrego, doy mucho".
Texto: PaginaOficial de GH.